Banderas

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jueves, 17 de julio de 2014

MENSAJE DE UNIFICACIÓN DE ADOLFO BEZERRA DE MENESES


Hijos míos:
¡Jesús nos bendiga!
El momento de la cosecha está lejos. El suelo que debe ser arado aguarda a los obreros diligentes. Los cielos se mantienen en penumbras; y las dificultades, desafiantes.
Es indispensable que el sembrador dé continuidad al compromiso de sembrar la palabra de luz en la tierra de los corazones. Casi en todas partes medra la cizaña amenazadora. El zarzal estrangula los brotes que comienzan a mostrar las banderas de la esperanza tras la germinación. Hoy más que nunca resultan indispensables los cuidados del riego y el abono, frente a las plagas que desde hace milenios anidan en la siembra del Bien.
Se extiende la propuesta de Jesús que la Revelación Espírita enseña. Una inmensa alegría se apodera de las mentes y los corazones que trabajan en la siembra de luz. No obstante, es necesario considerar que todo lo que crece en la superficie padece hipertrofia en lo profundo. Los ideales, a medida que se divulgan, pierden en calidad lo que ganan en cantidad.
La Tercera Revelación no es una concesión excepcional de Dios que circula entre los hombres en carácter de privilegio. Para nosotros, los espíritas de ambos planos de la vida, es una bendición y un honor vincularnos a los postulados de la Codificación Espírita, pero sobre nosotros también descansan las graves responsabilidades en torno a cómo utilizaremos esa concesión superior para que sea aceptada por las multitudes necesitadas de paz, perdidas en el abismo de sí mismas, ansiosas por encontrar el rumbo.
Una labor como la del Espiritismo, que se propone la transformación moral de la Tierra mediante la modificación interior de la criatura, es el más grandioso desafío que enfrentan la inteligencia contemporánea y los sentimientos humanos. Es natural, hijos míos, que lluevan piedras, que haya problemas en el camino, que surjan incomprensiones, que aparezcan provocaciones de todo tipo.
Con nuestro amor y admiración por los cristianos primitivos, que se entregaron en holocausto y dieron hasta su vida física para que hoy pudiésemos gozar de la bendición del mensaje liberador, no nos podemos olvidar de la contribución que la Ley del progreso nos exige, a fin de preparar los días del mañana.
No deben extrañarnos, pues, las coyunturas difíciles, las luchas inevitables. Así, impregnados de fraternidad, de espíritu de amor, seamos nosotros quienes comprendamos a los que no nos comprenden, quienes toleremos a aquellos que no caminan con nosotros. Envolvámoslos en la tierna vibración de nuestra
plegaria afectuosa, concediéndoles el derecho de ser libres en su manera de proceder, de hacernos frente e incluso de combatirnos.
Si por acaso alguien se yergue como nuestro adversario ideológico o como nuestro enemigo personal, veamos en ello la oportunidad de dar testimonio de
nuestra fe. El Espiritismo de hoy y el Cristianismo de ayer nos invitan al amor, para que todos sepan definitivamente que somos discípulos de Jesús, el Amigo despreciado por el poder temporal, por las imposiciones políticas y los caprichos religiosos, pero fiel a Dios y al objetivo del trabajo al que se entregó hasta la consumación de su cuerpo.
En la actualidad no hay otra alternativa más que andar los caminos que Él recorrió.
La unificación de los espíritas es nuestro trabajo de todos los días, de todos los instantes de nuestro Movimiento. Debe ser una conquista paulatina, realizada paso a paso, y de modo urgente, porque resulta necesaria para que la fragmentación, las disensiones y el egoísmo de los individuos y de los grupos no siembren discordias graves ni amenacen el patrimonio doctrinario.
Os compete transferir a las generaciones venideras, con la misma pulcritud con que lo recibisteis, el patrimonio espírita legado por los Benefactores de la humanidad y codificado por el ilustre Allan Kardec, a fin de preparar a esas generaciones nuevas que nos sucederán en la jornada de construcción del mundo nuevo. Depositad en sus corazones infantiles la palabra de orden, el amor a la propuesta de liberación, la educación, para que la sabiduría guíe sus
pasos en la Era Nueva que se aproxima.
Perseverad con espíritu de combate, pero sin las armas fraticidas, equipados con los admirables recursos del amor, la solidaridad y la caridad.
La cosecha aún no está a la vista.
Uníos amándoos los unos a los otros, incluso cuando discrepéis en vuestras observaciones, en vuestros puntos de vista, pero firmes en los ideales estructurales de los postulados espíritas expuestos en la Introducción de la obra
básica: El Libro de los Espíritus. Que las interpretaciones no constituyan un obstáculo para alcanzar el objetivo de amor, dado que pretendemos unirnos a los que aún no conocen a Dios o se
niegan a aceptarlo, a los que no forman parte de la grey en la que trabajamos o a los que se posicionan como adversarios irónicos y crueles del Cristo redivivo.
¿Cómo podríamos mantener una actitud diferente con las ovejas de nuestro propio rebaño, que momentáneamente prefieren quedarse a la espera de la voz del pastor o caminar aisladas, aunque en el mismo rumbo?
Se abren nuevos horizontes. Estamos más cerca. Entidades y
criaturas, rectifiquemos nuestras aristas con el buril del diálogo, evitando la lija grosera de la acrimonia y la crítica mordaz, que solamente perturban en vez de tranquilizar y ayudar.
Reunidos, nos identificamos con el espíritu de Cristo y nos hacemos fuertes en el ideal. Separados, damos lugar a las investidas soeces del mal, que todavía predomina en nosotros mismos.
Preservemos en la mente la idea de que los mayores enemigos no están afuera, no son los que levantan el dedo y la voz acusadores, sino nuestras imperfecciones, que nos incitan a la venganza, al anatema, a herir y a tornarnos enemigos en nombre de un ideal de fraternidad.
Si no logramos tolerarnos identificados en el postulado mayor del amor, si no conseguimos respetarnos, ¿cómo tendremos el coraje de predicar la solidaridad, la tolerancia para con los demás, en nombre del trabajo de construcción del mundo nuevo?
La palabra espírita es una condecoración, que no se coloca en la indumentaria para identificar individuos, sino que se implanta en lo profundo del ser, muchas veces en las heridas abiertas en llaga viva que exudan esperanza y amor.
¡Siembra y siembra!
No importa que algunas semillas caigan en el suelo árido o en las grietas del asfalto, porque la que caiga en tierra fértil dará espigas de luz de mil granos cada una, que habrán de reverdecer al mundo.
Estáis invitados a la unión, trabajando por la unificación de las Casas Espíritas
del Brasil y del Mundo.
Sed, pues, fieles hasta el fin.
No os puedo ofrecer otra alternativa.
Mucha paz, hijos míos. Eso le suplica al Señor, en nombre de los Espíritus espíritas
que aquí están presentes, el servidor humilde y paternal de siempre.

Bezerra de Menezes